sábado, 30 de abril de 2011

El hombre que cayó por la rejilla

He descubierto que luchar contra mi conciencia es francamente imposible, así que he decidido hablar, contar lo horrible. Me encontraba tomando un baño y curiosamente el jabón causó algo extraño en mí, como los hongos de Alicia me encogí hasta caer por la rejilla. La operación, la metamorfosis, fue cuestión de segundos. No tuve tiempo de asustarme ni de entender qué es lo que ocurría mientras caía por lo que, imaginaba, era el caño de las tuberías del baño.
Al caer, no sé cuanto tiempo, sentí algo suave. Pude ver el agujero negro de hierro por el que bajé y oí los ecos de mi familia, desesperados, preguntándose dónde habían ido (por lo que imaginé que algo había ocurrido con el tiempo).
Pude identificar cuatro departamentos tras el recorrido por el lugar, adornados con flores y frutas (las paredes eran enredaderas); cada departamento tenía una imagen diferente que supuse correspondían al sol, la luna, el agua y el aire.
Quién sabe cuántos años dormí sobre aquellas enredaderas que dos veces al día giraban (el techo era ahora el suelo y viceversa). El hueco por el que caí estaba cerrrado y todo tapado por las enredaderas que comían todo. Por una mera casualidad, asomé mi cara al estanque en que bebía un agua roja y noté una máscara (mi cara ya no era mi cara sino una máscara negra). Rápidamente desaté el número infinito de nudos que me ataban la máscara (esto es raro, pero la máscara jamás debía haberse salido). La superficie se abrió en dos y caí en un río espeso y escarlata. En un momento pensé que sería uno más de los alumnos de la hipnosis o del sueño; de ninguna manera, a mi alma la atraparon las enredaderas y yo he vuelto a caer en la misma rejilla.
Issidoro-Mema-Moyano
(Editor: el profesor)
 

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